No puedo.

Hoy pude ver cómo la gente con el tiempo suele acostumbrarse a ir al cementerio, a convertirlo en un hábito cotidiano, o por lo menos a la rutina del día domingo. Pero yo no puedo. No pude la última vez y hoy tampoco pude. No puedo acostumbrarme a la idea de visitarte allí y no en tu casa. No puedo no llorar. Te extraño. Los extraño a todos. No me resigno a la idea de su ausencia. No me pidan más. Bastante tarea tengo con levantarme y mentalizarme.. Convencerme a mi misma de que ya no están conmigo. Aquí. No tengo con quién llorarte. No tengo con quién compartir mi pena, pese a que somos muchos los que te extrañamos. No puedo porque eso los devastaría. Porque verían flaquear a quien siempre les dio esperanza. No puedo. No puedo, repito mientras mis lágrimas entibian mi cara. No puedo acostumbrarme. No puedo estar aquí.
El aire está cargado con el aroma de las flores rancias, secas, descuidadas. No quiero pensar que eres sólo polvo, como te vieron la última vez. Hoy me arrepiento de no haber visto tu cara en el velatorio. No quiero seguir pensando pero las palabras, los momentos se atropellan en mi cabeza.
No puedo.
Quiero que me abraces. Que me vuelvas a decir que no debo conocer el cielo aún, pero que me lo digas aquí, a mi lado. No quiero que seas una brisa. Quiero que me levantes en tus brazos otra vez, ver cómo te pones serio. Quiero descubrir cosas en tu mirada. Confiar en tí. Contarte que un pololo me dejó. Te necesité tanto en algún momento así. Ahora sólo quiero que seas mi tío lindo otra vez.